Horacio Vázquez (8) es felicitado luego de conectar jonrón. Foto Cordobeis |
Si el Beisborama había perdido el aliento, esta noche lo recuperó en lo que una pelota viaja y recorre los 330 pies del jardín izquierdo. Literalmente de un sólo golpe.
Es el Beisborama como pocos lo habían visto en los últimos años, con vida, con el sonido del beisbol, con niños, mujeres, vendedores contentos y con un gran juego sobre el terreno.
Se reviven las celebraciones inaugurales, el color de los uniformes, el "refrescos refrescos" en las gradas, el grito olvidado de "¡Cor-do-bá, Cor-do-bá!", los silbatos, las bocinas, el vocero animando a la tropa cafetera, los chiflidos a las porristas, el murmullo en el espacio más iluminado de la ciudad.
La madera suena firme cuando el local batea y las palmas aplauden cuando la pelota cae en la grama. Entre la flota es simple beisbol que permite el grito y la crítica severa al contrario, para los invitados especiales es un protocolo del cual se pueden deshacerse antes de la novena entrada e irse sin despedirse.
Niños beisbolistas dividen su tiempo entre la atención al juego y la diversión en un gigante de concreto donde todo es nuevo, ven un coyote de felpa que baila con cinco chicas, ven un equipo que lo adquieren como suyo, ven el mejor ejemplo que pueden tener empezando una carrera como peloteros.
La carrera inicial de Córdoba hace soltar un ligero suspiro al Beisborama que retoma vida, la grabación del órgano Hammond quiere revivir más emociones positivas, pero los Tiburones de Oluta marcan un alto, le aplican un 4-2 en la séptima a los Cafeteros que hace recordar el largo y amargo sabor de las derrotas.
El Beisborama, con nuevo aliento. Foto Cordobeis |
"We Will Rock You" de Queen hace vibrar el graderío y un recuerdo viene desde lo alto con dedicatoria al lanzador visitante: "¡Pitcher, la porra te saluda!".
Una bandera pasea en la zona general, el rumor crece mientras los amarillos planean lo que sigue y se embasa uno, y otro, y el bat de Horacio Vázquez le pega al pecho del Beisborama y como si fuera un electroshock, hace que su aliento reviva entre gritos de felicidad de la fanaticada que se pone de pie mientras ve como una pelota iluminada se va a la oscuridad total.
El estadio revive los momentos inolvidables, ve como un Cafetero recorre las bases mientras su corazón late fuerte por la emoción de saber que de su terreno salió otro jonrón más.
Fuera del 5-4 los otros números salen sobrando, a nadie preocupa los detalles de las estadísticas, la cantidad precisa de asistentes o el precio de los souvenirs, la botana y las cervezas.
El beisbol regresó al Beisborama y este, recuperó el aliento de golpe y qué golpe.
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