martes, 17 de septiembre de 2013

Columna: El sabor beisbolero/Un domingo cualquiera

Un domingo cualquiera
Por El mismísimo Señor Justicia

Cierto domingo, uno como cualquier otro, este aficionado a los deportes que suscribe (hoy día más verlos que practicarlos), vagaba poco antes de la hora de la comida por algunas calles de Córdoba, buscando cualquier evento deportivo, pues desde hace años la actividad del Beisborama es intermitente (y eso ya es mucho decir), ya no hay 'Halcones' en la ciudad (se extinguieron hace tiempo) y…bueno, la lucha libre fue la noche anterior.

Aceptando ya con resignación regresar a casa y buscar algo en la televisión, me encontré esquivando el desordenado tráfico dominical de las inmediaciones de los campos Huilangos, donde pude percibir que había actividad pelotera en varios de sus empastados, por lo que, no teniendo mejor plan, decidí apearme en el lugar para curiosear un rato.


Hay muchos en Córdoba que suspiran con nostalgia al recordar a los legendarios Cafeteros y los prometedores Halcones de la UV, pues con ellos ‘voló' la feliz costumbre de ir a disfrutar un partido de fin de semana, con todo y cerveza, torta y/o botana; sin embargo lo que me encontré ese domingo en los campos destinados al beisbol en Huilango fue toda una experiencia, gratificante y definitivamente reconciliadora con mi anhelo de fanático anhelante.

Elegí una de los campos, uno con gradas (primera 'sorpresa', aunque siempre las ví al pasar, pero nunca observé en verdad -t'as viendo y no ves- diría mi abuela) y tomé mi lugar justo atrás del home, donde protectoras mallas metálicas mantienen segura a la fanaticada, que poco antes de iniciar el partido ya era considerable, aunque seguía llegando, particularmente familias completas, en toda la extensión de la palabra: mamás, papás, abuelas, nietos, tíos…armados, los mayores, con cojines para hacer menos 'agresiva' la grada de cemento, así como también, según la demanda, pañaleras con biberones, juguetes, y demás distractores para los más pequeños.

Tanto las abuelas, como en el grupito de veteranos de unos metros más allá, 'no negaban la cruz de su parroquia veracruzana' en cuanto al lenguaje, el beisbol popular (como otros deportes, pero particularmente éste) es palabra 'viva', caliente, muy mordaz (peladez pues), no es un deporte para pusilánimes, la grada beisbolera es famosa por agresiva, porque presiona al contrario, ya sea en ligas mayores o en pequeñas, y ese día, esa grada de los huilangos, no era la excepción.

Luego, para mayor sorpresa de un servidor, vinieron así, caminando, sin pedirle nada al Beisborama…las botanas: habas, cacahuates, pepitas, chicharrones, tamales, volovanes, en lo particular me 'discutí' unos veracruzanísimos charales con sal y limón (y no me refiero a los Tiburones Rojos) y, para coronar (sin afán de comercial) ¡hasta la cerveza¡.

Finalmente a lo que había ido: pude atestiguar desde mi 'palco', armado con mi cerveza y mis charales, el encuentro entre dos equipos que jugaron con toda la seriedad y formalidad que pude buscar en cualquier partido de los Cafeteros. Escuadras de la región que se nota en los detalles que estaban totalmente involucrados: arreos, equipo de primer nivel, fundas, bates, tachones, caretas…todo.

Cada personaje en el campo en plena ejecución de su posición; el catcher en dominio absoluto de la cancha que tenía por delante y de la estrategia de su cuadro; el pitcher concentrado en las señales y en el lanzamiento que estaba por disparar, el bateador, cual toro de lidia, raspando la tierra con los tachones y apretando con los guantes la empuñadura del bat hasta que casi poder escuchar el rechinar del cuero con el cuero…"-¡Plaaaybooool¡-" sentenció el 'ampayita' de enormes hombreras.

Todo estaba ahí, en un campo de la región, un domingo cualquiera.

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